Las clases sociales en la Historieta
Con respecto a la historieta (siempre me negué, y me sigo negando, a llamarla comic) y la calificación de grasa, que escuché por ahí, me parece que esta apreciación dio en la tecla.
Nunca hubo un arte más clasista que la historieta. En la Argentina se pueden reconocer en fines de los 70s y todos los 80s una clara diferenciación de las historietas en clases que tienen que ver más con lo intelectual que con lo socio económico, y es ahí donde está lo divertido. La historieta rompe con lo socioeconómico y va más a lo sociocultural.
Ensayemos una improbable clasificación:
Clase baja: Revistas de Editorial Columba (Intervalo, D´Artagnan, Fantasía y El Toni) con historietas centradas en el relato de aventuras sin contenido político y con un cuidado estético bastante básico, más bien pobre, casi de descarte. Fácilmente identificables porque las letras de los globitos están escritas a máquina) (Las mejicanas están en la misma línea pero me refiero a las historietas de producción nacional, después se podría hablar de La pequeña Lulú (genial) o de Archie, etc...)
Clase media: Revistas que en los 80 editaba Ediciones de La Urraca, representadas por Skorpio Gran Color, Tit Bits, etc, sin contenido político, con guión medianamente cuidado, con historietas muy buenas como Alvar Mayor, Or Grund en su ascenso, dibujaban y guionaban Mandrafina, Saccomano, Churrique Breccia, etc.
Clase Alta: es cuando la historieta tiene pretensiones en serio de arte y quiere seguir una tradición iniciada por Alberto Breccia y Oesterheld, metiendo lo político pero intentando no dejar de ser popular. Ahí se sigue la tradición de Hora Cero semanal, Misterix, Frontera, etc y en los 80s estuvo representada por dos revistas: Superhumor ilustrado y Fierro.
Después vino la postmodernidad y el SIDA que mataron todo.
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