Pase de guardia mundialista



Me acordé de esta anécdota mundialista. Yo era residente de primer año de clínica médica en 1994. Había comenzado esa experiencia el primero de junio de ese año. Éramos dos residentes de primer año, Laura Schoenfeld y yo. De segundo año era residente Gabriela Gehmlich, de tercero Cecilia Nine y de cuarto Antonio di Pasquo. La jefa de residentes era mi querida amiga inglesa Catherine Crow y la instructora era Cristel Gigler (¡qué poquitos éramos!)

Resulta que Argentina debutaba en el mundial de fútbol de Estados Unidos contra Grecia el martes 21 de junio a las 13:30 , hora argentina. Volvía a jugar Maradona, con Batistuta, Balbo, Caniggia en la delantera. Con el Coco Basile de técnico en el banco, un fútbol vistoso y sobre todo el regreso de Diego.

El tema es que a Cathy, la jefa de residentes, se le dio por respetar a rajatablas el horario de inicio del pase de la tarde que se hacía siempre a las 13:00 y siempre duraba más de dos horas. Por lo tanto, si el pase se hacía era imposible ver el partido. Nadie opuso mucha resistencia, en esa época a las mujeres no les importaba el fútbol y a Antonio di Pasquo también le importaban más otras cosas. Yo era el único "fanático". Pero resulta que yo había entrado al hospital como residente de primer año (el último orejón del tarro) recién hacía 21 días, tres semanas. De todos modos esbocé mis reparos. "Nadie va a poder estar concentrado", dije. "Suspender el pase no es una opción", me respondió Cathy.

En consecuencia el pase se hizo, en la sala de médicos. Iban veinte minutos de pase y yo tenía una cara tremenda y miraba para cualquier lado, no atendía, pensaba obviamente en el partido. Cathy me reprende y me dice que atienda, que le ponga ganas. Yo respondí que podía obligarme a estar pero no a que lo hiciera con entusiasmo. Exactamente a las 13:31 se escucha un grito generalizado por fuera de la sala que provenía de la calle, de todos lados. Goooooool!!! Goooooool. Obviamente no había Internet ni celulares con pantalla ni nada. Sentí una mezcla de alegría e indignación. Después supe que había sido gol de Batistuta. Y ahí todo se desnaturalizó. Fue mi primera rebeldía en mi carrera. Le dije a Cathy "nunca lo vas a entender, por dos cosas, porque no te interesa el fútbol y porque sos inglesa" Uhhh, cómo se indignó. Cristel Gigler, la instructora, con sabiduría dijo. "Mejor suspendamos el pase y lo seguimos después del partido". Hubo acuerdo y salí corriendo para la Deutschlandsaal, donde había un televisor y llegué a tiempo para ver el segundo gol de Batistuta y luego el golazo de Diego, el de cara de loco frente a la cámara.

Creo que estuvo bien Cathy porque fue épico e inolvidable. Si no, tal vez ni recordaría ese partido. Las pequeñas obstrucciones a veces lo hacen todo más bello.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Sartre: el infierno son los otros

Debate sobre las Teorías de Angel Faretta